“Lo que está bajo ataque es el sistema capitalista, y es atacado principalmente sobre bases éticas, por ser materialista, egoísta, injusto, inmoral, salvajemente competitivo, insensible, cruel, destructivo. Si realmente vale la pena preservar el sistema capitalista, es futil defenderlo sólo con argumentos técnicos (por ejemplo, por ser más productivo) a no ser que también mostremos que los ataques socialistas sobre bases éticas son falsos e infundados”

Henry Hazlitt – Los Fundamentos de la Moral

 “El liberalismo — conviene hoy recordar esto — es la suprema generosidad: es el derecho que la mayoría otorga a la minoría y es, por lo tanto, el más noble grito que ha sonado en el planeta. Proclama la decisión de convivir con el enemigo: más aún, con el enemigo débil. Era inverosímil que la especie humana hubiese llegado a una cosa tan bonita, tan paradójica, tan elegante, tan acrobática, tan antinatural. Por eso, no debe sorprender que prontamente parezca esa misma especie resuelta a abandonarla. Es un ejercicio demasiado difícil y complicado para que se consolide en la tierra.”

José Ortega y Gasset – La Rebelión de las Masas

 

En los debates sobre los sistemas socioeconómicos, los defensores del libre mercado suelen enfatizar las ventajas económicas de este sistema frente al socialismo, estableciendo el hecho bien conocido que el capitalismo es muy superior en su capacidad de creación de riqueza y bienestar. La experiencia del siglo XX incluye varias demostraciones palpables de este hecho, entre ellas el colapso de la Unión Soviética y de los países comunistas de Europa Oriental, así como las experiencias provistas por los grandes laboratorios de Alemania Oriental y Occidental y de Corea del Norte y del Sur.

Sin embargo, ni siquiera toda la evidencia sobre las bondades del capitalismo como sistema generador de riqueza convence a sus detractores. Para ellos, la superioridad del capitalismo liberal frente a tanto el socialismo como el intervencionismo en términos de generación de riqueza es insuficiente para hacerles aceptar al capitalismo, principalmente porque consideran que, a pesar de sus ventajas prácticas, el capitalismo es inmoral. Según estas personas, el capitalismo es el sistema de la avaricia y del egoísmo, un sistema inherentemente explotador, que denigra al ser humano al relegarlo al lugar de una simple mercancía, un sistema que resulta en grandes desigualdades que constituyen injusticias sociales inaceptables, y, por si eso fuera poco, que está resultando en la destrucción del planeta [1]. Por lo tanto, aún cuando el socialismo real demostró ser inviable, los críticos del capitalismo consideran que es imperativo conseguir una alternativa más humana a este sistema: una vía que sea consistente con la dignidad humana, que resulte en igualdad y prosperidad para todos y que salve al planeta.

Estoy plenamente convencido no solamente de que las críticas citadas en el párrafo anterior están completamente equivocadas, sino que, más aún, el capitalismo es el único sistema socioeconómico auténticamente moral. Adicionalmente considero que para librar exitosamente la batalla ideológica contra el socialismo y el intervencionismo, dicha batalla no solamente tiene que ser librada en el terreno económico sino muy especialmente en el terreno moral. Si queremos convencer a las personas no sólo en su mente sino también en su corazón de la superioridad del capitalismo, no tenemos otra alternativa: Tenemos que demostrar que el capitalismo no sólo es el sistema más productivo y eficiente, sino que además es el único sistema auténticamente consistente con la moral.

  

La base moral del capitalismo

Mi argumento para demostrar que el capitalismo es el único sistema socioeconómico moral procede en dos etapas:

  1. En la primera etapa se establece que todo estado que aspire a favorecer de manera óptima el desarrollo moral de sus ciudadanos, debe cumplir con dos características: (a) Debe tener entre sus funciones la defensa de los derechos naturales de los individuos (estos son, los derechos a la vida, la libertad y la propiedad), bajo un marco de igualdad ante la ley; y (b) Debe abstenerse de violar los derechos naturales de los individuos. A un estado que cumpla con estas características lo llamaré en lo sucesivo un “estado moral”
  2. En la segunda etapa, se justifica que el único sistema socioeconómico consistente con lo que he denominado estado moral es el sistema capitalista.

De acuerdo al argumento recién esbozado, la implementación del “estado moral” resulta en un sistema socioeconómico capitalista. Este estado moral no es otra cosa que un estado organizado según las líneas de la teoría liberal , lo cual evoca la conocida relación entre el capitalismo, y su fundamento ideológico, el liberalismo.

 

El estado moral

A fin de establecer que un estado que aspire a ser moral debe dedicarse a la defensa de los derechos naturales sin violar él mismo los derechos de los individuos, es necesario investigar cual es la relación adecuada del estado con respecto a la moral. Este tema se refiere a las siguientes preguntas: ¿Debe el estado promover la moral? De ser así, ¿hasta que punto? ¿Debe el estado obligar a los ciudadanos a seguir normas morales? ¿O, por el contrario, deben ser esas normas de selección individual? Sin querer ser exhaustivo en el tratamiento de estas arduas preguntas, quisiera introducir una distinción clave entre tipos de normas morales, la cual es instrumental para definir la relación adecuada que el estado debe tener con la moral.

En su libro “The Morality of Law”, Lon Fuller explica que las normas morales son de dos tipos: Un primer tipo, al cual Fuller se refiere como “la moral del deber” incluye aquellas normas fundamentales que son necesarias para el adecuado funcionamiento de cualquier sociedad, en palabras de Fuller: “reglas básicas sin las cuales una sociedad organizada es imposible”. Estas normas son de obligatorio cumplimiento para todos los individuos, primordialmente están dadas por prohibiciones de carácter general de realizar ciertos actos hacia otros seres humanos o hacia sus posesiones (por ejemplo, “no matarás” o “no robarás”). En este sentido, estas normas delimitan ciertos derechos que todo ser humano tiene, y prohíben a todos violar los derechos ajenos. En virtud de la importancia que el respeto a estas reglas tiene para el funcionamiento de la sociedad (el cual es imposible sin ellas), así como de su factibilidad de ser definidas en forma general y precisa, es al mismo tiempo justificable y factible que estas reglas sean codificadas como leyes, y que el estado obligue a su cumplimiento. El segundo tipo de normas morales, llamado “la moral de la aspiración” contiene normas cuyo objetivo es el desarrollo de la excelencia humana, son de adopción optativa y pueden ser difíciles de definir de manera precisa. Por lo tanto no pueden ser impuestas por ley, sino que deben ser promovidas mediante recompensas ofrecidas por la sociedad a quienes las sigan. Esas recompensas pueden cubrir desde logros materiales, pasando por estatus o reconocimientos de la comunidad o de un grupo en la comunidad, hasta recompensas individuales tales como un profundo sentido de realización personal. [2]

Las consideraciones anteriores implican en primer lugar que la defensa de los derechos naturales de los individuos debe ser materia de protección legal, y por lo tanto, responsabilidad del estado [3]. Puesto que esta defensa debe alcanzar a todos los seres humanos, es necesario también que la misma se realice bajo un marco de igualdad ante la ley. Así, queda establecida la primera condición de lo que he llamado “estado moral”.

En segundo lugar, las consideraciones anteriores reconocen que el estado no puede forzar a los individuos a adoptar normas morales más allá de las dadas por el obligatorio respeto de los demás, es decir, por el respeto de sus derechos. Más allá del respeto a los derechos naturales de los individuos, la adopción y seguimiento de normas morales es un asunto esencialmente individual. En otras palabras, el logro de la “moral de la aspiración”, es decir, asegurar que los ciudadanos sean virtuosos, no puede ser una función del estado. Al contrario de lo que sostienen los conservadores, esto es cierto aun aceptando que la virtud es necesaria para el éxito de cualquier grupo social. La razón para ello es que si bien las reglas morales permiten a los grupos humanos adaptarse a nuevas condiciones de existencia, y aquellos grupos que adapten reglas morales más adecuadas a las nuevas circunstancias tenderán a ser más prósperos, nadie pude anticipar con certeza que normas morales serán necesarias en cada nueva situación para adaptarse a nuevas e impredecibles condiciones. La conclusión es que lo mejor es dejar que los diferentes individuos generen distintas opciones morales y dejar que dichas opciones morales compitan entre sí. En el largo plazo, aquellos grupos que hayan seleccionado las normas morales más eficaces, serán aquellos que más prosperarán. En este sentido, es un acto de arrogancia inaceptable que un gobernante o un grupo de burócratas impongan a los demás las reglas morales que ellos consideran superiores, ya que en realidad no hay garantía de que el criterio de este grupo de burócratas no esté errado y que, al imponerlo, se impida el desarrollo espontáneo de una moralidad mejor adaptada a las nuevas condiciones. Así, es incluso crítico para la misma supervivencia de la civilización que las personas  puedan seguir libremente sus propias aspiraciones morales, sin limitaciones innecesarias impuestas  por el poder coactivo del estado [4]. Resulta entonces que la libertad es crítica para la supervivencia de nuestra civilización porque, como reza la famosa máxima de Mill,  permite a cada quien “buscar su propio bien a su propia manera, siempre que no intente quitarle a los demás el bien que les pertenece” [5] Por tal motivo, la función del estado en relación a la moral de la aspiración no puede ser imponerla, sino, por el contrario, crear las condiciones de respeto a la libertad individual que son necesarias para que dicha moral florezca de manera espontánea.

En relación a la segunda condición que debe cumplir el estado, es decir, la prohibición de que el estado viole él mismo los derechos de los individuos, dicha prohibición no puede ser derivada directamente de la primera condición. Aún si hacemos de la protección de los derechos naturales individuales la función primaria del estado, existe la posibilidad de que la violación por parte del estado de los derechos de algunos miembros de la sociedad permita, en balance, reducir las violaciones de los derechos a todos los miembros de la sociedad. En consecuencia, si el estado basa la legitimidad de sus acciones únicamente en consideraciones utilitarias sobre el nivel de violaciones a los derechos individuales realizados en la sociedad, podría considerar legítimo iniciar dichas violaciones en aras del bien común. Si esto es así, entonces por qué debe el estado abstenerse de violar los derechos individuales cuando tal violación puede resultar beneficiosa para la sociedad en general? La respuesta reside en la dignidad esencial e inviolable de cada ser humano, dignidad que prohíbe cualquier violación a sus derechos independientemente de los beneficios que dicha violación traiga al resto de la sociedad. En palabras de Robert Nozick, esta visión representa “el principio kantiano de que los individuos son fines y no meramente medios; por lo tanto no pueden ser sacrificados o usados para otros fines sin su consentimiento”, pues “los individuos son inviolables”, y el estado no puede legítimamente sacrificarlo en pos del bien común porque “no existe una entidad social con un bien que se sacrifique por sí misma. Sólo hay individuos diferentes, con sus propias vidas individuales. Usar a una de esas personas para el beneficio de otros usa a esa persona y beneficia a los demás. Nada más” [6].

 

El capitalismo como consecuencia del estado moral

El capitalismo es el único sistema socioeconómico moral porque es el único sistema que puede existir cuando el estado cumple con las condiciones de lo que he llamado un estado moral. En otras palabras, el capitalismo es el único sistema consistente con el respeto a los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad de todos los individuos bajo un marco de igualdad ante la ley [7]. Dado que todo crimen consiste en la violación de uno de estos derechos [8], la consecuencia es que sólo el capitalismo es consistente con la ausencia del crimen, pues en cualquier otro sistema el estado viola los derechos individuales, no los protege, o establece diferencias en la protección de dichos derechos a diferentes grupos de individuos.

Lo anterior no quiere decir que en los sistemas capitalistas no existan violaciones a los derechos individuales: Ningún sistema socioeconómico es capaz de eliminar completamente el crimen, y el capitalismo no es la excepción. Pero el capitalismo es el único sistema económico que puede surgir en donde quiera que el estado tenga como función fundamental proteger los derechos de los individuos bajo un marco de igualdad la ley, y absteniéndose de violar él mismo los derechos de los individuos. Esto es así porque al proteger escrupulosamente la propiedad de los individuos, el estado permite la acumulación de capital, y porque al proteger la libertad de cada individuo de elegir la actividad económica de su conveniencia, el estado permite tanto que el capital acumulado sea utilizado para crear empresas privadas cuyo fin sea el lucro, como que quien desee trabajar para una empresa pueda vender sus servicios por un salario. Así, un estado que proteja los derechos individuales bajo un esquema de igualdad ante la ley sin violarlos él mismo favorecerá todas las características esenciales del capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción, la orientación competitiva y con fines de lucro de la economía, y el trabajo asalariado. En consecuencia, el capitalismo sólo puede ser “evitado” si el estado impone severas restricciones a la libertad de acción de los individuos o si el estado despoja a los individuos de su propiedad, es decir, si el estado deja de comportarse de manera moral.

 

Refutación a las críticas morales al capitalismo

 El capitalismo es explotación

El que tantas personas aún crean que el capitalismo es inherentemente inmoral es un testimonio de la omnipresente y destructiva influencia del pensamiento de Karl Marx. La justificación de Marx a su afirmación de que el capitalismo es inherentemente explotador era la Teoría del Valor-Trabajo, la cual afirmaba que el valor de un producto era un atributo objetivo e igual al valor del trabajo requerido para su producción. Esa teoría no fue inventada por Marx, sino que fue sostenida por varios economistas clásicos, particularmente por Adam Smith. De ella, Marx dedujo que si el valor de un producto es el trabajo contenido en el mismo, dicho debe beneficiar íntegramente a su creador, es decir, al trabajador. Pero eso no es lo que ocurre, pues el capitalista (el propietario de los medios de producción) vende el producto por un precio y paga al trabajador un costo menor. A esta diferencia entre el valor de un producto y lo pagado al trabajador por su producción, Marx llama “plusvalía”, y representa la explotación que el capitalista hace del trabajador. A finales del siglo XIX, la teoría del valor-trabajo fue destruida por el trabajo que de manera independiente realizaron los economistas Carl Menger, William Stanley Jevons y Léon Walras. Ellos descubrieron que el valor no es un atributo objetivo de un producto sino un atributo subjetivo: Dos personas diferentes pueden asignar valores muy distintos al mismo producto, dependiendo de sus necesidades y de la utilidad que dicho producto tenga para satisfacer esas necesidades. Al ser refutada la teoría del valor trabajo, la justificación del carácter inherentemente explotador del capitalismo se desmorona.

Sin embargo, muchas personas aún creen que el capitalismo es explotador. Para justificar esa creencia, estas personas señalan ejemplos bien sea reales o imaginarios de abusos cometidos por capitalistas. Y añaden que para evitar dichos abusos, el estado debe mantener a los capitalistas a raya, bien sea limitando su libertad de ofrecer productos (intervencionismo), o incluso aboliendo a los capitalistas (socialismo). Quienes sostienen estos puntos de vista usualmente pasan por alto lo siguiente:

Quien hace una oferta no explota: Muchos de los casos utilizados como posibles abusos capitalistas y ejemplos del carácter explotador del capitalismo involucran vender productos a precios altos o pagar sueldos bajos. Por ejemplo, se compara a los sueldos que pagan compañías transnacionales como Nike o Reebok por la mano de obra en países como Vietnam o las Filipinas con los sueldos pagados a obreros por un trabajo equivalente en otras partes del mundo. Se concluye entonces que los trabajadores vietnamitas o filipinos son explotados por estas transnacionales. Lo que no mencionan los críticos del capitalismo es que estas compañías no obligan a nadie a trabajar para ellos, sino que apenas extienden ofertas de trabajo por ciertos sueldos. Los trabajadores son libres de aceptar o no esas ofertas, y si las aceptan es porque les conviene. Así, se ve que la extensión de ofertas de trabajo a un sueldo que resulta bajo de acuerdo a estándares occidentales no es de ninguna manera explotación o abuso. Más aún, la evidencia indica que estas compañías transnacionales generalmente ofrecen salarios y condiciones laborales mucho más atractivos que las empresas locales, por lo cual quienes trabajan para dichas compañías son considerados como muy afortunados.

Si un crítico del capitalismo lee el párrafo anterior, posiblemente pensará que si un capitalista monopoliza la comercialización de dicho producto, o es el único empleador en una zona, entonces el consumidor o el trabajador sí está obligado a aceptar la oferta que el capitalista hace para poder subsistir. Esto es cierto, sin embargo, esta crítica lleva en sí misma su refutación: La manera de hacer evitar la explotación capitalista es evitando la aparición de monopolios. Aquí, algún devoto marxista podrá responder que el capitalismo tiene una tendencia irreversible hacia el monopolio, de manera que evitar los monopolios requeriría una intervención constante del estado en la economía. Sin embargo, la experiencia histórica dice todo lo contrario: Los monopolios son generalmente causados por la acción deliberada del estado.

Un crimen no cometido no debe ser castigado. En algunos casos, los críticos del capitalismo usarán ejemplos de abusos reales para ilustrar el carácter explotador del capitalismo. Por ejemplo, hablarán de un caso en el que un capitalista haya robado o defraudado de sus tierras a varios campesinos para así establecer una industria. Lo que estos críticos pasan por alto es que la única manera moral de tratar con los crímenes de los capitalistas es de la misma manera que se debe tratar con cualquier otro crimen: castigando al criminal DESPUÉS de que se ha determinado que ha realizado un delito, no limitando la libertad de todos ANTES de que cualquier crimen ocurra. De manera contraria, concluiríamos que para evitar cualquier robo o asesinato, se debe establecer un estado policial que limite severamente la libertad de los ciudadanos (por ejemplo, la libertad de desplazarse por el área que cada quien quiera y reunirse con quien quiera), y con ello, que viole sus derechos naturales.

El capitalismo reduce al ser humano al lugar de una mera mercancía

 Esta es una crítica muy común al capitalismo. Quienes la sostienen se sienten agobiados por la pérdida de valores nobles que sienten en la sociedad actual, y atribuyen al capitalismo esa pérdida de valores. El argumento dice que en el capitalismo lo único importante es el logro de bienes materiales, y que por tanto elimina en el hombre cualquier aspiración noble, cualquier deseo por vivir por un objetivo más grande que sí mismo y sus propios intereses. Sin embargo, esta crítica es insostenible, pues pasa por alto varios puntos importantes:

 Un sistema socioeconómico no puede forzar la virtud, tan sólo puede permitirla o impedirla: Los religiosos y los místicos, agobiados por la pérdida de virtudes de la sociedad moderna, parecen pedir que se implemente un sistema en donde dicha virtud sea obligatoria. Pero eso no lo puede lograr ningún sistema socioeconómico, simplemente porque la virtud no puede ser obligatoria. Y si un estado trata de obligar a los ciudadanos a adoptar un único sistema moral completo, inevitablemente se convertirá en totalitario. En este sentido, lo mejor que puede hacer el estado es permitir, en consistencia con el credo liberal, el libre florecimiento de la virtud en los individuos, de acuerdo a los valores y concepciones que tengan cada uno de dichos individuos.

 El capitalismo no le impone a nadie ninguna concepción de lo que significa una vida virtuosa, sino que deja esa elección a cada individuo: La libertad de pensamiento y acción que es prerrequisito para la formación de una sociedad capitalista no obliga a nadie a asumir ninguna concepción de la virtud, a perseguir o no una vida virtuosa. Esa decisión recae enteramente en el individuo. Y muchas personas, aún en sociedades capitalistas, deciden seguir su propio camino de virtud y excelencia, no necesariamente atado a la búsqueda de ganancias económicas: El siglo XIX, siglo del capitalismo laissez-faire, fue, en palabras de Mises “una edad de músicos, escritores, poetas, pintores y escultores inmortales. Revolucionó la filosofía, la economía, las matemáticas, la física, la química y la biología. Y, por primera vez en la historia, hizo a las grandes obras y a los grandes pensamientos accesibles al hombre común” [9].

 Las consideraciones económicas son un elemento insustituible en la generación de bienestar para toda la sociedad. Todas las lamentaciones de los anticapitalistas por el hecho que el capitalismo “dé prioridad al lucro y no al ser humano” ignoran que el lucro es un componente necesario para satisfacer las necesidades humanas de grandes grupos sociales. Como lo indica Hayek en “The Fatal Conceit”, el lucro y los precios son mecanismos de transmisión de información, indispensables para que las necesidades de los individuos sean transmitidas, y eventualmente satisfechas, por otros individuos que les resultan desconocidos, de una manera pacífica, libre y voluntaria. Aunque los anticapitalistas se muestren nostálgicos por una distribución de bienes sin consideraciones económicas, similar a la que tiene lugar dentro de una familia o una tribu, es imposible utilizar los mecanismos familiares o tribales de distribución de bienes en una sociedad extendida en la cual la satisfacción de las necesidades de unos individuos dependen de las acciones de otros individuos que no los conocen personalmente, a no ser que un autócrata o grupo de guardias platónicos impongan a toda la sociedad un único código moral según el cual asignar todos los bienes y las responsabilidades.

 

El capitalismo empobrece a las masas y las sume en la miseria

 Esta es otra crítica que se remonta a Marx, quien de manera errónea concluyó que en su época el nivel de vida de los trabajadores estaba empeorando [10]. La mejor manera de refutarla es indicando que toda la experiencia histórica indica exactamente lo contrario: Mientras que la norma antes de la aparición del capitalismo era la miseria generalizada en toda la población con la posible excepción de reyes y nobles, con la aparición del capitalismo comenzaron a aumentar los niveles de vida de las masas y grandes grupos humanos salieron de la pobreza y se sumaron a las clases medias. [11]. Y en el mundo contemporáneo, los países que han logrado salir de la pobreza como, por ejemplo, los países del sureste asiático, lo han hecho precisamente aplicando un modelo económico capitalista, caracterizado por la libertad económica y el respeto a la propiedad privada [12].

 

El capitalismo resulta en una distribución injusta de la riqueza

 En ocasiones en conjunto con la crítica anterior, pero a menudo de manera independiente, los críticos del capitalismo suelen señalar que la aplicación del capitalismo  resulta en grandes desigualdades de ingreso que necesariamente tienen que resultar injustas. Ya en el punto anterior hemos desmentido que el capitalismo resulte en una mayor pobreza, de manera que aún si el capitalismo resulta en un incremento de las desigualdades, no se puede concluir que ese incremento de las desigualdades sea perjudicial para los prospectos de los pobres. A pesar de lo anterior, los críticos del capitalismo consideran que el aumento en las desigualdades de ingreso es un proceso injusto. Cuál es la justificación para esa afirmación? La misma sólo puede ser que existe una distribución del ingreso socialmente “justa”, y que el proceso de aumento de la desigualdad nos desvía de ella. Diversos autores han demostrado las carencias de este concepto de “justicia distributiva”. Nozick ha demostrado como la búsqueda de un patrón de distribución del ingreso requiere constantes interferencias con la libertad individual, pues la libertad tiende a violentar los patrones de distribución mediante procesos que no violan los derechos de nadie. Por su parte, Hayek ha demostrado que el criterio de la “justicia social” no sólo es diferente sino contradictorio con el criterio de que define la justicia como el trato igual a todos los individuos mediante reglas de carácter general (es decir, es contradictorio con el fundamento del estado de derecho) y, más aún, ha demostrado la total vacuidad conceptual de la idea de justicia social. [13]

 

Notas:

 [1] Estas críticas son tan antiguas como el mismo capitalismo.  A inicios del siglo XIX, por ejemplo, “Sismondi y sus asociados, al desarrollar la teoría del socialismo estatal, atacaron al Laissez Faire en cuatro puntos, que son:

  1. Que la armonía entre los intereses privados y públicos no existía, por lo cual la libertad del individuo para seguir sus propios intereses económicos dejaría necesidades humanas sin atender
  2. Que resultaría en serias desigualdades en la distribución de la riqueza
  3. Que daba prioridad al materialismo y al éxito
  4. Que implicaba a la sociedad en tales catástrofes sociales como el desempleo masivo

Y todo esto fue antes que existieran los barcos a vapor, los trenes, la electricidad, la gasolina, los automóviles, las máquinas automáticas o la producción en masa – incluso antes que existiera en el mundo tal cosa como una maquinaria agrícola”

 Garet Garrett – Laissez Faire. The Freeman, April 1964, reproducido en “The Morality of Capitalism”

 

[2] Lon Fuller explica ambos tipos de moral en los siguientes términos: “the morality of duty finds its closest cousin in the law, while the morality of aspiration stands in intimate kinship with aesthetics”. Debido a las diferentes naturalezas de ambos tipos de moralidad, las mismas deben promoverse de maneras diferentes: “In the morality of duty it is understandable that penalties should take precedence over rewards…Considerations of symmetry would suggest that in the morality of aspiration, which strives towards the superlative, reward and praise should take the role that punishment and disapproval do in the morality of duty” – Lon Fuller “The Morality of Law”

 [3] En la teoría liberal clásica, la función del estado no es otra que la defensa de los derechos naturales de los individuos, y de hecho la justificación para la existencia misma del estado es que facilita y hace más conveniente la defensa de dichos derechos. Así, en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, John Locke establece que el motivo por el cual el hombre se ve motivado a sacrificar la libertad absoluta del estado de naturaleza al entrar en sociedad es facilitar la preservación de sus derechos naturales: “aunque en el estado de la naturaleza él tiene esos derechos, su disfrute es muy incierto, y constantemente expuesto a la invasión de otros…esto lo hace renunciar una condición que, aunque libre, está llena de temores y peligros continuos, y no sin razón, busca unirse en sociedad a otros…para la mutua preservación de sus vidas, libertades y posesiones, las cuales llamo por el nombre general, propiedad” John Locke – Segundo tratado sobre el gobierno civil (Sec. 123)

 [4] Para una descripción detallada de este proceso, ver F.A. Hayek “The Fatal Conceit: The errors of Socialism”

 [5] La cita completa es: “The only freedom which deserves the name is that of pursuing our own good in our own way, so long as we do not attempt to deprive others of theirs” John Stuart Mill – On Liberty.

 En relación a este punto, se puede argumentar que un elemento básico de la moral de la aspiración para toda persona que entienda el valor de la libertad sería el deseo que todos nuestros semejantes dispongan de esa libertad. En palabras de Arthur Shenfield:

 “This is the key to the commandment to love our neighbour. What we want above all for ourselves, and which therefore we must accord to our neighbour, is freedom to pursue our own purposes. It is only when this is assumed that we talk about the primacy of food, clothing, shelter, and other material benefits. As a corollary to this freedom we want others to respect our individuality, independence, and status as responsible human beings. We do not want to be treated as children or wards of our benefactors, not to mention slaves, serfs, prisoners or conscripts, however generous or indulgent the treatment may be.

 This is the fundamental morality which capitalism requires and which it nurtures. It alone among economic systems operates on the basis of respect for free, independent, responsible persons. All other systems in varying degrees treat men as less than this. Socialist systems above all treat men as pawns to be moved about by the authorities, or as children to be given what the rulers decide is good for them, or as serfs or slaves. The rulers begin by boasting about their compassion, which in any case is fraudulent, but after a time they drop this pretence which they find unnecessary for the maintenance of power. In all things they act on the presumption that they know best. Therefore they and their systems are morally stunted. Only the free system, the much assailed capitalism, is morally mature.”

 Arthur Shenfield – Capitalism Under the Test of Ethics

 [6] Robert Nozick. “Anarchy, State, and Utopia”. También, en los párrafos iniciales de “A Theory of Justice”, John Rawls expresa de manera magistral el principio de la inviolabilidad individual: “Each person possesses an inviolability founded on justice that even the welfare of society as a whole cannot override” – lamentablemente, el resto de su teoría no hace justicia a la promesa que hace en esta frase, y de hecho provee una justificación para la invasión por parte del estado de los derechos individuales, justamente, con el objetivo de beneficiar a un conjunto de personas sobre otros.

 [7] Edward Younkins describe la relación entre capitalismo y los derechos naturales de la siguiente forma: “Capitalism is a political and economic system in which an individual’s rights to life, liberty, and property are protected by law. It is the system most able to make personal flourishing possible. By securing personal freedom, capitalism makes the successful pursuit of individual happiness more likely. A capitalist society can be viewed as a just society because all individuals are considered to be equal under the law….Capitalism is derived from a worldview that holds that: (1) man’s mind is competent to deal with reality; (2) the purpose of natural rights is to protect self-directedness; (3) it is morally proper for each person to strive for his personal flourishing and happiness; (4) the only appropriate social system is one in which the initiation of physical force is forbidden; and (5) it is not necessary to first reach metaphysical or religious agreement to agree on the desirability of an arrangement in which people do not use violence or fraud to injure others or deprive others of their legitimately held possessions. Capitalism is the only moral social system because it protects a man’s primary means of survival and flourishing – his mind.” Edward W. Younkins. Capitalism: The Only Moral Social System

 [8] La posición de que una acción constituye un crimen sí y solo si viola los derechos naturales de uno o más individuos se fundamenta en la creencia de la existencia de una “ley natural” que únicamente exige de los individuos que respeten los derechos naturales de los demás individuos. Esa posición claramente es incompatible con aquella que define el crimen como la violación de las leyes escritas (positivismo legal), pues reconoce que una ley escrita puede ser inconsistente o incluso directamente violatoria de los derechos individuales, y que en estos casos la ley sería inmoral, y por lo tanto la ruptura de dicha ley no sería criminal. En palabras de Thomas Jefferson: “Rightful liberty is unobstructed action according to our will within limits drawn around us by the equal rights of others. I do not add ‘within the limits of the law’ because law is often but the tyrant’s will, and always so when it violates the rights of the individual”. Para una explicación detallada, ver por ejemplo, Murray Rothbard “The Ethics of Liberty”:  “We may define anyone who aggresses against the person or other produced property of another as a criminal. A criminal is anyone who initiates violence against another man and his property: anyone who uses the coercive «political means» for the acquisition of goods and services”.

 La creencia en la doctrina de ley natural fue uno de los elementos que más hizo progresar al estado de derecho y la libertad individual, y su abandono por la doctrina del positivismo legal fue uno de los factores que llevó a la erosión del estado de derecho y por lo tanto a la invasión de la libertad individual: “For this reason [el rechazo del positivismo legal al concepto de ley natural] legal positivism from the very beginning could have no sympathy with and no use for those meta-legal principels which underlie the ideal of the rule of law or the Rechstaat in the original meaning of this concept, for those principles which imply a limitation upon the power of legislation. In no other country did this positivism gain such undisputed sway in the second half of the last century as it did in Germany. It was consequently here that the ideal of the rule of law was first deprived of real content” Friedrich Hayek – “The Constitution of Liberty”

 [9] Vale la pena reproducir la respuesta completa de Mises a la crítica que acusa al liberalismo de hacer del hombre apenas una mercancía:

 “Mientras que la praxeología, y por lo tanto, la economía, usa los términos felicidad y remoción de incomodidad en un sentido puramente formal, el liberalismo les asigna un significado concreto. Presupone que las personas prefieren la vida a la muerte, la salud a la enfermedad, la nutrición al hambre, la abundancia a la pobreza. Enseña al hombre a actuar de acuerdo a estas valoraciones.

 Es común llamar a estas preocupaciones materialistas y culpar al liberalismo de un supuesto materialismo crudo y de despreciar los más “altos” y “nobles” fines de la humanidad. No solo de pan vive el hombre, dicen los críticos, despreciando la actitud mezquina y básica de la filosofía utilitaria. Sin embargo, estas apasionadas diatribas están equivocadas pues distorsionan severamente las enseñanzas del liberalismo.

 Primero: Los liberales no afirman que los hombres deban buscar los fines arriba mencionados. Lo que sostienen es que la inmensa mayoría prefiere una vida de salud y abundancia a una de miseria, hambre y muerte. La validez de esta afirmación no puede ser refutada. Ello es probado por el hecho de que todas las doctrinas antiliberales (los fundamentos teocráticos de varios partidos religiosos, estatistas, nacionalistas y socialistas), adoptan la misma actitud en relación a este punto. Todos prometen a sus seguidores una vida de abundancia. Nunca se han aventurado a decirle a la gente que la realización de su programa impactará su bienestar material. Por el contrario, ellos insisten que mientras que la realización de los planes de sus rivales resultarán en indigencia para la mayoría, ellos mismos desean proveer a sus bases con abundancia. Los partidos cristianos no son menos dados a prometer a las masas un alto nivel de vida que los nacionalistas y los socialistas. Las iglesias de hoy en día a menudo hablan más de elevar los salarios que de los dogmas de la doctrina cristiana.

 Segundo: Los liberales no desdeñan las aspiraciones intelectuales y espirituales del hombre. Por el contrario. Ellos son motivados por un apasionado ardor por la perfección intelectual y moral, por la sabiduría y por la excelencia estética. Pero su punto de vista sobre estas cosas altas y nobles está muy lejos de las crudas representaciones de sus adversarios. Ellos no comparten la opinión ingenua según la cual cualquier sistema de organización social puede tener un éxito directo en animar el pensamiento filosófico o científico, en producir obras maestras de arte y literatura y en iluminar a las masas. Ellos reconocen que todo lo que la sociedad puede lograr en estos campos es proveer un ambiente que no coloque obstáculos insalvables en la vía del genio y que haga al hombre común lo suficientemente libre de preocupaciones materiales para que se interese en otras cosas que no sean ganarse el pan. En su opinión, el principal medio social de hacer al hombre más humano es luchar contra la pobreza. La sabiduría, la ciencia y las artes prosperan mejor en un mundo de afluencia que entre personas necesitadas.

 Es una distorsión de los hechos culpar a la edad del liberalismo por un supuesto materialismo. El siglo diecinueva no sólo fue un siglo de mejoras sin precedentes en los medios técnicos de producción y en el bienestar material de las masas. Hizo mucho más que extender la duración promedio de la vida humana. Fue una edad de músicos, escritores, poetas, pintores y escultores inmortales. Revolucionó la filosofía, la economía, las matemáticas, la física, la química y la biología. Y, por primera vez en la historia, hizo a las grandes obras y a los grandes pensamientos accesibles al hombre común”

 Ludwig von Mises – La acción Humana, Vol. I, Cap. 8, páginas 144-145

 [10] En ocasiones esta conclusión de Marx no sólo fue errónea, sino también deshonesta. Es conocido que en una ocasión Marx falsificó las palabras de Gladstone para apoyar su tesis de que los trabajadores se habían empobrecido: Según Marx, Gladstone había dicho frente al parlamento inglés que el gran aumento (del 20%) del ingreso que experimentó el Reino Unido en el período 1853-1861 estuvo “enteramente confinado a las clases con propiedades”, cuando Gladstone nunca dijo esas palabras. Esto fue descubierto por Lujo Brentano, quien publicó un artículo en el cual acusó a Marx de añadir esa frase “mintiendo en forma y fondo”, y ese artículo resultó en una amarga disputa entre Brentano y los marxistas (Marx, aunque estaba vivo, no se involucró personalmente en el debate). Vale la pena reproducir aquí la descripción resumida de ese debate que aparece en el artículo de la New World Encyclopedia sobre Lujo Brentano:

 “This “battle” of Brentano’s was rather serious, as he claimed that Marx falsified (or knowingly used falsified) text from the Hansard record of parliamentary debates to further his economic premises in Das Capital. This is what Marx claimed that Lord Gladstone, Chancellor of Exchequer, said in the British Parliament:

Dazzled by the ‘Progress of the Nation’ statistics dancing before his eyes, the Chancellor of the Exchequer exclaims in wild ecstasy: ‘From 1842 to 1852 the taxable income of the country increased by 6 per cent; in the eight years from 1853 to 1861, it has increased from the basis taken in 1853, 20 per cent! The fact is so astonishing as to be almost incredible!… This intoxicating augmentation of wealth and power,’ adds Mr. Gladstone, ‘is entirely confined to classes of property.(Marx Das Capital, Vo1 1, 1867, p. 639 and in all other Marx’s publications since then).

For comparison, Gladstone’s speech reads:

The Income Tax, at 7d. in the pound, in the year 1842-3, attaching to Great Britain only, and in Great Britain only to incomes of £150 and upwards, was assessed upon an aggregate amount of income … On the contrary, certain concessions and relaxations have from time to time been enacted by the Legislature… would rather tell in the opposite direction… but there is a certain feature of that result which, when carefully examined, is yet more remarkable; and that is the accelerated rate of increase in the latter portion of that period. I again invite the attention of the Committee for a few minutes. I compare two periods—one of them before 1853, and the other since 1853, the year when the basis was altered. In eight years from 1842 to 1852 inclusive, the liable to tax income of the country, as nearly as we can make out, increased by 6 per cent; but in eight years, from 1853 to 1861, the income of the country again increased upon the basis taken by 20 per cent. That is a fact so singular and striking as to seem almost incredible. (Hansard, Parliamentary Debates, 3rd Series, Vol. 170, p.243 ff.)

Brentano accused Marx of misquoting Gladstone to support his own position:

What is the relationship between this speech and the quotation by Marx? Gladstone first makes the point that there has undoubtedly been a colossal increase in the income of the country. This is proved for him by the income tax. But income tax takes notice only of incomes of 150 pounds sterling and over. Persons with lower incomes pay no income tax in England. The fact that Gladstone mentions this so that his yardstick can be properly appreciated is utilized by Marx to have Gladstone say: ‘….This intoxicating augmentation of wealth and power is entirely confined to classes of property…..’ Yet this sentence is nowhere to be found in Gladstone’s speech. It says quite the opposite. Marx has added the sentence lying, both in form and in content (Brentano 1872)

Brentano substantiated his position that Marx had misquoted Gladstone, elaborating on the context of Gladstone’s actual statements:

I consulted the shorthand report of Gladstone’s budget speech and found that this in fact showed that the wage increases in the period 1842-1861 had not limited the increase in the income of the possessing classes in any way which negatively affected their demand for labor; but that, on the contrary Gladstone had stated in direct opposition to Karl Marx’s claim: The figures which I have quoted take little or no cognizance of the condition of those who do not pay income tax … of the property of the laboring population, or of the increase of its income… But if we look to the average condition of the British laborer, whether peasant, or miner, or operative, or artisan, we know from varied and indubitable evidence that during the last twenty years such an addition has been made to his means of subsistence as we may almost pronounce to be without example in the history of any country and of any age (Brentano 1872)

When accused of making anonymous attacks on Marx, Brentano defended himself, indicating that his article was requested by the editors of the publication.

In view of the great importance of Gladstone’s quotation for the Social Democratic claim that in the framework of the existing state and social order the rich would necessarily become ever richer and the poor ever poorer, I drew the attention of the editors of the Concordia, Zeitschrift für die Arbeiterfrage, at that time appearing in Berlin, to the forgery which had been committed here. They asked me to write an article on the subject, which was published in the Concordia of March 7, 1872 (Brentano 1890).

While Brentano initially only pointed out that Marx’s quotation from Gladstone’s speech was inaccurate, the dispute was magnified to the point where Marx and his supporters became adamant to defend his theory at all costs. The final stroke of the “political genius” of Marx appearing in this last quote from Brentano:

Had Marx simply admitted that he had been misled by this book, and from then on reproduced the quotation correctly, one might have been surprised that he had relied upon such a source, but the mistake would at least have been rectified. But for him there was no question of this. … given the wide circulation which had been attained by the Inaugural Address, the loss of this show-piece as the result of this correction, would have been very embarrassing for the agitation. … the main agitation method of Social Democracy is that its representatives proclaim themselves the sole proprietors of real science; and …. they prefer to accuse themselves of having utilized the iron law of wages in deliberate untruthfulness simply as a means of agitation, rather than confess that they have been shown to be in error. Instead of withdrawing, Marx therefore attempted to prove that Gladstone had subsequently tinkered with the shorthand report of his budget speech; the loutishness of this!! (Brentano 1890).”

 [11] Si bien la visión prevalente en los historiadores de épocas pasadas era que la aparición del capitalismo, y en particular la revolución industrial, produjo un deterioro de las condiciones de vida de las masas, el trabajo de los Nuevos historiadores económicos a partir de los años 60 ha puesto de manifiesto que la situación fue completamente diferente. Previamente a la aparición del capitalismo, la Europa medieval estuvo inmersa en una “trampa maltusiana”: Dado que la economía era esencialmente agrícola y de métodos tradicionales, el ingreso estaba limitado por la cantidad de tierra cultivable per cápita. Cuando la población aumentaba más allá de cierto nivel, la cantidad total de tierra arable resultaba insuficiente para producir alimentos para toda la población, y se producían hambrunas que terminaban acabando con buena parte de la población. Esto, sumado a plagas y guerras recurrentes, resultó en que durante el milenio que ocupó la edad media, Europa sufrió varios ciclos de expansión y reducción poblacional, de manera que el resultado final de ese milenio fue que tanto la población como el ingreso per cápita permanecieron aproximadamente constantes (ver por ejemplo, North y Thomas “The Rise of the West: A new economic history”). Sólo la creación de las instituciones asociadas al capitalismo, en particular, los derechos de propiedad y el trabajo asalariado, produjo las condiciones necesarias para aumentar la productividad, escapar de la trampa maltusiana y generar el gran crecimiento que durante los últimos siglos ha tenido tanto la población del planeta como el nivel de vida de las masas. Dado que ese aumento de población es debido en buena parte al crecimiento económico y a las oportunidades habilitadas por las instituciones asociadas al capitalismo, no es una exageración decir que en buena medida los trabajadores deben al capitalismo sus mismas vidas. En palabras de Hayek: “Capitalism created the possibility of employment. It created the conditions wherein people who have not been endowed by their parents with the tools and land needed to maintain themselves and their offspring could be so equipped by others, to their mutual benefit. For the process enabled people to live poorly, and to have children, who otherwise, and without the opportunity for productive work, could hardly ever have grown into maturity and multiplied: it brought into being and kept millions alive who otherwise would not have lived at all and who, if they had lived for a time, could not have afforded to procreate. In this way the ppor benefited more from the process. Karl Marx was thus right to claim that ‘capitalism’ created the proletariat: it gave them and gives them life” Friedrich Hayek – “The Fatal Conceit”

 La realidad, es que desde la aparición del capitalismo, el ingreso real se ha multiplicado muchas veces, un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad: “The heart of the matter is fifteen. Fifteen, or more, is the factor by which real income per head nowadays exceeds that around 1700 in Britain and in other countries that have experienced modern economic growth. 1 Economic historians have discovered since the 1960s that the average participant in the British economy in 2000 was fifteen times better supplied with food and clothing and housing and education than her remote ancestors. If ones ancestors lived in Finland, the factor is more like 29, the average Finn in 1700 being not a great deal better off in material terms than the average African at the time. If ones ancestors lived in the Netherlands it is only a factor of 10 or so, since in 1700 the Netherlands was the richest (and the most free and bourgeois) country in the world, 70 percent better off than the soon-to-be United Kingdom. If in Japan, the factor since 1700 is fully 35. 2 If South Korea, the factor merely in the past half-century, since 1953, when income per head, despite access to some modern technology, was about what it had been in Europe 450 years before, is almost 18, crammed into a four decades instead of, as in the British case, stretched out over two centuries.” – Deirdre N. McCloskey “The Industrial Revolution”

 [12] Para una descripción más detallada sobre la evolución reciente de la pobreza global y la relación de esa evolución con la libertad económica, ver mi artículo en este blog “Mitos y realidades sobre la evolución de la pobreza y desigualdad globales”, en donde comparo el éxito económico de los países del sureste asiático, que han reducido sustancialmente sus tasas de pobreza, con el fracaso de los países africanos, que han visto aumentar sus niveles de pobreza. Esto arroja luz sobre la superioridad del sistema capitalista adoptado por los países asiáticos para generar bienestar, en comparación con los “socialismos de banco suizo” de los países africanos. Ver también Johan Norberg “In Defense of Globalization”

 [13] Hayek estableció la incompatibilidad entre el estado de derecho y la búsqueda de la igualdad material de la siguiente forma “Del hecho que las personas son muy diferentes se concluye que, si las tratamos de manera igual, el resultado debe ser desigualdad en sus posiciones reales, y que la única forma de colocarlas en una posición de igualdad es tratándolos de manera diferente. La igualdad ante la ley y la igualdad material son en consecuencia no sólo diferentes sino que se contradicen la una a la otra: podemos lograr cualquiera de las dos pero no ambas al mismo tiempo. La igualdad bajo la ley que es requerida por la libertad conduce a la desigualdad material. Nuestro argumento será que , aunque en donde el estado debe usar coerción por otras razones, debe tratar a todas las personas por igual, el deseo de hacer a la gente más similar en su condición no puede ser aceptado en una sociedad libre como una justificación para la coerción y para la discriminación” Friedrich A. Hayek – La Constitución de la Libertad. Por su parte, el economista de la escuela austríaca Jesús Huerta de Soto lo ha planteado de la siguiente forma: “La consideración de la economía como un proceso, no sólo permite redefinir adecuadamente la eficiencia en términos dinámicos, sino que además arroja mucha luz sobre el criterio de justicia que ha de prevalecer en las relaciones sociales. Este criterio se basa en los principios tradicionales de la moral que permiten enjuiciar como justos o injustos los comportamientos individuales de acuerdo con normas generales y abstractas de tipo jurídico que constituyen el derecho material, y que básicamente regulan el derecho de propiedad que hace posible la apropiación por parte de los seres humanos de todo aquello que resulta de su propia e innata creatividad empresarial. Además, este punto de vista pone de manifiesto cómo los criterios alternativos de justicia son esencialmente inmorales. Entre ellos es especialmente criticable el concepto de «justicia social» que pretende enjuiciar como justos o injustos los resultados específicos del proceso social en determinados momentos históricos con independencia de que el comportamiento de los artífices del mismo se haya adaptado o no a normas jurídicas y morales de carácter general. La «justicia social» sólo tiene sentido en un fantasmagórico mundo estático en el que los bienes y servicios se encuentran dados y el único problema que pueda plantearse sea el de cómo distribuirlos. Sin embargo, en el mundo real en el que los procesos de producción y distribución se verifican simultáneamente como consecuencia del ímpetu empresarial, no tiene ningún sentido analítico el concepto de «justicia social», que puede considerarse esencialmente inmoral en tres sentidos distintos: a) desde el punto de vista evolutivo, en la medida en que las prescripciones derivadas de la idea de la «justicia social» van en contra de los principios tradicionales del derecho de propiedad que se han formado de manera consuetudinaria y han hecho posible la civilización moderna; b) desde el punto de vista teórico, pues es imposible organizar la sociedad en base al principio de la «justicia social», ya que la coacción sistemática que exige imponer un objetivo de redistribución de la renta imposibilita el libre ejercicio de la función empresarial y, por tanto, la creatividad y coordinación que hacen posible el desarrollo de la civilización; y c) desde el punto de vista ético, en la medida en que se viola el principio moral de que todo ser humano tiene derecho natural a los resultados de su propia creatividad empresarial.” Jesús Huerta de Soto – La ética del capitalismo, Cap. 5

 

Referencias

 Ortega y Gasset, José. La Rebelión de las Masas

http://www.laeditorialvirtual.com.ar/pages/Ortega_y_Gasset/Ortega_LaRebelionDeLasMasas01.htm

 Mises, Ludwig. La Acción Humana, 1949

 Rothbard, Murray. The Ethics of Liberty

http://mises.org/rothbard/ethics.pdf

 Huerta de Soto, Jesús. La Ética del Capitalismo

http://www.jesushuertadesoto.com/madre2.htm

 Edward W. Younkins. Capitalism: The Only Moral Social System

http://www.quebecoislibre.org/07/070624-5.htm

 Lon Fuller. The Morality of Law.

http://books.google.com/books?hl=en&id=KR2CUKo_xRAC&dq=the+morality+of+law&printsec=frontcover&source=web&ots=VJMMKRKmZ-&sig=lfDf6LQr_pbV8S5AQmkUPGXJxhM&sa=X&oi=book_result&resnum=3&ct=result#PPR9,M1

 Nozick, Robert. Anarchy, State, and Utopia. 1974

 Rawls, John. A Theory of Justice. 1971

 Hayek, Friedrich A. The Constitution of Liberty, 1959

 Hayek, Friedrich A. The Fatal Conceit: The Errors of Socialism, 1988

 New World Enciclopedia. “Lujo Brentano”

http://www.newworldencyclopedia.org/entry/Lujo_Brentano

 Shenfield, Arthur. Capitalism Under the Test of Ethics

http://www.libertarianalliance.co.uk/lapubs/econn/econn013.pdf

 Hendrickson, Mark, ed. The Morality of Capitalism

http://www.archive.org/stream/moralityofcapita00editguat#page/n1/mode/2up

 Billings, Donald. The Moral Case for Competitive Capitalism

http://www.thefreemanonline.org/columns/the-moral-case-for-competitive-capitalism/

 North, Douglass C., Thomas, Robert Paul “The Rise of the West: A New Economic History”

http://books.google.com/books?id=MEh_54l-dK8C&printsec=frontcover&dq=douglass+north

  McCloskey, Deirdre N. “The Industrial Revolution”

http://deirdremccloskey.org/articles/revolution.php